Un 21 de agosto de 2006





Hoy parecía ser un día como cualquier otro, pero muy en el fondo se sabía que no iba a ser así, pues la angustia que invadía al alma era más fuerte que cualquier otra cosa, un cambio se aproximaba, uno ya sabía lo que en cualquier momento iba a pasar, pero la cotidianidad de la vida junto con sus obligaciones impedía que uno no se dejara llevar por aquella angustia; rígidos como máquinas, engañando al exterior como si no pasara nada en nosotros, pero nuestro interior iba resultando cada vez más pesado, poco a poco crecía el dolor, que en momentos se asomaba al exterior, viendo que no pasaba nada, volvía a esconderse, un suspiro lento, proveniente de lo más profundo de nuestro ser, salía a momentos, los cuales resultaban pausados y consoladores, tratando de entretenernos con nuestra vida cotidiana, no dejábamos de pensar en que poco a poco todo sufría su cambio por diminuto que fuera, el final estaba por llegar, y apoderarse del sufrimiento más grande que pudiésemos haber imaginado, solo esperar era lo que nos quedaba, una agonía que se convertía en infinita, unos segundos, unos minutos o unas horas quizá, resultaban desastrosas.


 El solo imaginarse el suceso que estaba casi a punto de llegar en cualquier momento nos ponía nerviosos, imágenes que se venían a nuestra mente, rápidamente las borrábamos y nos rehusábamos a ellas, con una negación exagerada, pues cada vez que esas imágenes se apoderaban de nosotros nos quedábamos en nuestro yo interno, y el exterior se nos volvía ajeno a nuestra vida, siendo más ajeno a nuestra agonía lenta y pausada, nada se podía hacer ya, lo único era esperar, suspirar profundo y agradecer el haber conocido a aquella persona que nos hizo tan feliz, la cual nos permitió acompañarla a lo largo de su vida terrenal, adoptándonos, proporcionándonos todo el cariño que una madre puede dar  a sus hijos, el agradecimiento y el amor incondicional que se dan dos seres que se toman cariño en la vida, hacen que los lazos sean fuertes y crecientes, tal vez en esta vida dejen de estar juntos, pero cada uno sabe que están unidos para siempre, quizá en la otra vida se vuelvan a encontrar, lo único que existe cuando uno parte y termina su ciclo de vida terrenal, y el otro ser se queda, es la esperanza de que en algún momento podrán volverse a ver.

Los minutos transcurren, no pasa nada, el teléfono yace inerte sobre el escritorio, eso significa que aún su alma está aquí, su cuerpo aún agoniza.- ojalá que ya no siga sufriendo -es en lo único que se piensa.- ojalá quede ya dormida y descanse, ojalá que su partida sea linda, tranquila - ,quizá en esa transición logre ver a los seres que ya han partido, que se fueron antes que ella, aún eso todavía es un enigma, nadie sabe todavía lo que sucede realmente en esos momentos cuando uno va dejando de existir en la vida terrenal, para formar parte de otra vida.


Una hora acaba y todo sigue igual, el teléfono sigue sin dar señal, sigue en agonía no cabe duda, de pronto el teléfono comienza a sonar, es el número telefónico que aparece en pantalla, el que no queríamos que apareciera pero sin embargo está ahí, y se hace ver, una voz al otro lado, solo dice que ya había terminado todo, un mar de imágenes y sentimientos revolotean en la cabeza, el llanto aún no puede salir, todavía no, las lágrimas se contienen, es el comienzo del ritual largo y pesado, comienza de nuevo la pequeña historia de hace ya casi cinco años, con la partida de otro ser muy querido también.

Caminando por la calle, pensativa, callada, la mirada baja, concentrada en una misma, solo se escucha a lo lejos bullicios de gente que camina, sonido de motores provenientes de todos los carros que transitan a esa hora, dirigiéndonos hacia el lugar que uno no quisiera llegar, el camino se vuelve pequeño, corto, se vienen imágenes en la mente donde uno quisiera quedarse, una escena de nuestra vida, caminar, caminar y caminar, pero sin embargo es inevitable, existe un destino, existe un final, la cual tenemos que enfrentar, llegando ya casi a una esquina de donde se encuentra ella, la quietud y tranquilidad que se había conseguido en el camino, empieza a terminar, el corazón se agita un poco y la nariz comienza a ser más sensible, la mente se apodera de una sensación que ya habíamos vivido dos veces en esa casa, ese olor extraño cuando un ser deja esta vida, ese olor tan peculiar comienza a ser recordado, ese olor inevitable a... muerte, se abre el zaguán la tranquilidad comienza de nuevo, tal es la sorpresa, en esta ocasión el olor no existe, por más que uno se hace más sensible, esta vez no hay olor, subiendo las escaleras, se deja ver la puerta de su recámara, un suspiro profunto se apodera en cuestíón de segundos, entre un abrir y cerrar de ojos, comienza el sentimiento de resignación, su cuerpo inerte yace sobre su cama, parece como si estuviera dormida, por fin descansando de un día muy agitado, sus manos y piernas vuelven a la normalidad, ya no se encuentran inflamadas, su boca abierta, sus ojos entreabiertos, parecen como si estuviera perdida en un poderoso y lindo sueño, se ve preciosa, su cabello blanco, su rostro expresando en pasar de los años, su nariz larga y fina, su cuerpo ya no se mueve, ni su corazón late ya, es dura la despedida, aunque sabemos que todavía no es la hora de hacerlo, sentada frente a ella, la observo callada, su boca abierta me inquieta, me vienen imágenes vistas de la obra expresionista de Munch, "el grito", o bien imágenes de gente muerta momificada, con expresiones de angustia y dolor, que quedaron así y a nadie le importo acomodar su rostro, suena el teléfono, es mamá me dice que acomode su boca, para que no quede abierta, todavía está el cuerpo un poco fresco, me aterra la idea de pensar en hacer eso, es la segunda vez que toco a alguien muerto, pero la primera en tratar de manipular la expresión de una cara sin vida, voy a tocarla y me vienen imágenes de tiempo atrás, cuando toqué la mano de mi otra tía, recuerdo que era fría y gelatinosa, la cual me ocasionó nauseas, armada de valor la toco, su cuerpo es frío sí, pero no como en aquella ocasión, esta vez es diferente, acaricio su pelo blanco, trato de cerrar su boca, no lo consigo del todo, se vuelve a abrir, aunque si queda más cerrada, la sujeto con una venda, rodeando la cabeza superior trato de que se vea más cerrada, otra experiencia más en mi vida.

Recuerdo que días atrás la vi sentada en su sillón, con la mirada cansada y agotada, aferrada a la vida, tenía miedo de morir, en sus últimos días cargo en la mano su rosario, nunca dejó de rezar y encomendarse a Dios, no recuerdo cuantos días se mantuvo sentada en ese sillón, tenía miedo de acostarse porque sentía que la vida se le iba, ese sábado en la noche la vi más deteriorada, más cansada, más inflamada de todo su cuerpo esbelto, porque ella era muy delgada, ahora tenía cuerpo en forma de pera, la vi y no pude contener mi llanto, sabía que se acercaba ahora sí el final, lo inevitable estaba ya por venir, recuerdo que me arrodille volteé a ver el cristo que está en la cabecera de la cama, el que años atrás compré en las artesanías de Aguascalientes, y le rogué que tuviera piedad de ella que ya se la llevara y comencé a llorar, desconsolada la abracé le di su último beso en la mejilla y me despedí de ella, dándole las gracias por todo lo lindo que se portó con nosostros, que si veía a mi otra tía que me la saludara, y le dijera que ya soy licenciada, ahora si soy la lic., ella, solo observaba callada, recuerdo que agacho su mirada y acarició mi chalina naranja que colgaba de mi cuello, sabía que era nueva, siempre que estrenaba algo, corría a enseñárselo, esa vez no fue necesario, supo que mi chalina era nueva; ya no oía bien, ni veía bien, ya tampoco hablaba, el paso de los años, y el cáncer, acabo poco a poco con sus sentidos, todavía nosé si haya escuchado y haya entendido lo que le dije, mis ojos quedaron tan hinchados que no los podía cerrar, parecía sapo, pero es que no podía dejar de llorar, fue esa única noche que lloré así, el día de su fallecimiento me sentía más resignada, más tranquila, corrieron por mis mejillas, unas cuantas lágrimas.

Esa es la historia de la agonía, de la desconsolación, pero como dicen, todo principio tiene su fin, dos seres muy queridos han partido, a su paso han dejado muchas anécdotas, vivencias y modismos de vida, el olor de mi última tía fallecida, todavía se percibe en casa, dicen que el alma tarda en irse, creemos que todavía sigue ahí, entre nosotros ya que hemos sentido su presencia, ya no le lloramos para que pueda descansar, y por fin pueda partir, una etapa de vida hoy acabó, esperamos que el siguiente año, pueda llenarnos de dicha, el principio de una nueva vida.